21:30. Julieta bajó las escaleras acompañada de Nicolás, eran estrechas y oscuras. Bajaron despacio, en calma, no quería arruinar ese momento por cosas tan estúpidas como la prisa.
Cuando llegaron al portal, Julieta quedó prendada de esa mirada marina que le calaba hasta los huesos. Nicolás se inclinó hasta su boca y le dio un beso ligero, pero no por eso menos intenso. Cada vez que sus labios se rozaban, se fundian, como el hierro caliente, se hacían uno.
Se miraron a los ojos, y Julieta se dio la vuelta para llegar deprisa a su casa.
Nicolás estaba enamorado de aquella chica de oscuros cabellos, era simplemente perfecta para él, la completaba de una manera de la cuál creía que nadie podría hacerlo.
Subió hasta su piso en ascensor y en cuanto llego a este, quería dormirse, para así poder soñar con ella y tenerla de nuevo a su lado.
Julieta no podía creerselo, estuvo a punto de pellizcarse para comprobar que no fuese un sueño. No. No era posible, ¿cómo un chico que acabas de conocer te puede cambiar la vida de un momento a otro? Apareció para salvarla, como una señal. Caminaba deprisa con una sonrisa en la cara. Se sintió querida, se sintió amada por una vez en la vida.
Llegó a su casa y corrió escaleras arriba para aclarar sus pensamientos con una larga y cálida ducha.
Se reflejó en el espejo y sí, se veía, era ella. Esa chica amable, simpática y sonriente en los momentos duros, esa chica feliz que vivia en su interior. Por fin, alguien había sacado sus virtudes al exterior, Nicolás no lo sabía, pero se llevaría lo mejor de Julieta, su corazón.
Ninguno lo imaginaba. Carla, esa chica manipuladora, la que haría cualquier cosa para conseguir lo que quería, caprichosa y popular.
Sí, era de ese tipo de chicas que se esconden detrás de kilos de maquillaje y que se creen mayores de lo que son, y, aunque no lo sepan, son el hazmereir de todos.
Carla, los observó toda la tarde, y había visto el beso donde se fundían Julieta y Nicolás, lo había visto todo, el café, la subida al piso y el regreso. Todo.
Sus ojos se fijaron en el más mínimo detalle de aquella tarde, debía hacerlo.
Ella era una de las cobras que estaban atentas a tu mínimo fallo para atacarte, era la encargada de humillarte cuando te sintieras más solo y avergonzado, ella estaba ahí para hundirte, y no le importaba que tuviera que hacer para conseguirlo.
Y su próximo objetivo era Julieta.
Chan chan chaaan la mala apareció.
ResponderEliminar