sábado, 15 de septiembre de 2012

Capítulo 5.


Ya en la cafetería, Nicolás y Julieta se sentaron en una mesa para dos y pidieron al camarero. Hacía un día precioso. Corría una suave brisa primaveral que recorría toda la plaza y hacía que las hojas de los árboles se balancearan como si el viento les estuviera cantando una leve nana. El cielo dejaba pasar al ocaso y el tapiz azul se iba tiñiendo de un tono rosado.

-Un café solo y... - Dijo el chico mirando a Julieta

-Un capuccino con crema, por favor. - Dijo la chica al camarero, el cual se despidió con un leve movimiento de cabeza.

Los dos se miraron levemente durante un instante y Nicolás empezó a sonreir, sonrisa que contagió a Julieta.

-Bueno, ¿has repasado los deberes? - Dijo vacilante Nicolás.

-No, no me ha dado tiempo... - He estado pensando en ti, le gustaría añadir a Julieta.

 -Bueno, ya tendremos tiempo arriba. - Dijo el chico, con una sonrisa en los labios. Una sonrisa tan blanca que hacía juego con sus ojos azul mar. 

 -Sí, pero te advierto que soy muy mala con geometría. 

 -No más que yo – Mentía de nuevo.

El camarero trajo en una bandeja plateada cos dos cafés humeantes y cálidos. Nicolás bebió el suyo deprisa, sin parar, los cafés solos tenía un sabor muy fuerte y Julieta prefería los suaves. Tomó su capuccino a sorbos, sin prisas, mirando al infinito y, de vez en cuando, al cielo cada vez más rosado.
Cuando terminaron, después de una pequeña riña por quién pagaba el qué, ganando Nicolás, subieron al piso de este.

Abrió la puerta, dejando paso mientras hablaba.

-Mis padres no están, todavía tienen que recoger cosas de la mudanza y cambiar papeles... un lío. - Exclamó, con una mueca marcando sus rasgos.

-Ah, vale, mis padres tampoco están, no tengo hora de volver a casa... 

-Si quieres puedes quedarte a cenar, mi madre es muy exagerada y a preparado toneladas de comida. - Dijo Nicolás, haciendo gestos con las manos. 

-No, no hace falta...

Nicolás la acompañó hasta su habitación, cerrando la puerta a su paso, cogió la cartera y empezó a sacar libretas y libros.

-Si quieres nos sentamos en el suelo, tenemos más espacio.

-Por mí... - Podríamos quedar otro día cuando no me pongas tan nerviosa, le gustaría añadir a la chica. 

-Vale, pues, ponte cómoda – Dijo con una de sus brillantes sonrisas.

La chica se sento en el suelo encima de una alfombra color verde oscuro, a juego con la habitación de Nicolás. Sacó de su cartera los libros de geometría y su estuche.

Nicolás se puso muy cerca de ella, Julieta podía oir su respiración, lo que hizo que su pulso acelerara, más aún.

Empezaron a repasar la lección y los problemas de geometría juntos, entre risas y sin prisa. La chica iba a señalar algo en la libretas cuando Nicolás le rozó el dorso de la mano. Vellos de punta. El chico lo notó. Se miraron el uno al otro, estaban tan cerca que sus respiraciones aceleradas podían escucharse a kilómetros.

Nicolás no aguanto, no le dió tiempo a recuperarse, no. Era ahora o nunca, y lo hizó. La besó. Profunda y cálidamente, con amor, con pasión, con deseo. Cerró los ojos y dejó que el momento avanzara por si solo, no hizo ningún movimiento brusco, no, se quedó quieto, no quería estropear ese momento tan importante de su vida, su primer beso, y lo estaba disfrutando como nadie antes.


Julieta se quedó petrificada, no se lo esperaba, no esperaba esa reacción del chico de los cabellos de carbón y los ojos de mar, no, no estaba preparada, lo acababa de conocer esa mañana, pero no le importaba, quería que ese momento fuera único, fuera apasionado, quería que fuera eterno. Le devolvió el beso a Nicolás, un beso todavía más fuerte, un empujón. Julieta perdió la vergüenza en ese momento, no le importaba nada.


Nicolás no pudo evitar sonreir cuando vió que la chica que ocuparía sus sueños desde ese momento le devolvia un beso más cálido, un beso de amor. Despegó sus labios de los de Julieta y cogió su rostro con ambas manos. La miró a los ojos.

-¿Juntos?

-Juntos

Y la cogió de la cintura, agarrandola fuerte, no quería que nadie se la arrebatara, no quería que huyera, solo la quería amar el solo, no quería que nadie la utilizara, que nadie le hiciera daño, y él, por descontado, no se lo iba a hacer.


Julieta se rindió a sus manos, le rodeó el cuello con los brazos y siguió besandolo, lo quería, lo amaba, hacía poco que se conocían, pero aquello era diferente, era amor. Besos. La chica recorría su nuca con las manos, exploraba su cabello sin abrir los ojos.

Sus pensamientos eran los de una chica adolescente normal, eran un completo desastre, pero esa tarde se dió cuenta de que no tenía nada claro, excepto que amaba a Nicolás.

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