martes, 18 de septiembre de 2012

Capítulo 7.


Julieta despertó del mundo de los sueños para enfrentarse a la realidad. Hacía una brisa agradable y cálida que acompañaba a un bonito cielo azul despejado. Caminó hacía el armario soltando su pelo recogido en una coleta. Se decidió por unos pantalones vaqueros claros y algo cortos, una camisa de color crema acompañando el conjunto con unos finos clacetines del mismo color y que le llegaban hasta la rodilla.
Corrió a asearse para empezar con energía una nueva jornada escolar que estaba a punto de empezar.
Lo grave es que no sabía como iba a reaccionar. La chica no había tenido nunca amigos, y menos una persona con la que compartir caricias, besos y secretos, se veía envuelta en una situación muy incómoda y que nadie esperaría, ¿qué iba a hacer?


Carla se levantó con el típico mal humor de la mañana del martes. Se desató del nudo de sábanas y comenzó a escoger su ropa. Hacía frío, ya que empezaba la primavera y se iba el invierno, pero ella siempre iba muy ligera de ropa.
Cogió sin ganas una falda de tubo color granate y una camisa blanca, con puntas metálicas en los cuellos y algo transparente.

Lo primero que hacía en la mañana era mirarse al espejo, era una persona que se admiraba a sí misma en demasía, narcisista al máximo. Comenzó a lanzar falsas sonrisas al cristal en el que se veía reflejada y a cambiar la pose para poder contemplarse mejor. Cuando terminó su rutina mañanal, entró en el baño para darse una ducha donde planearía con máximo detalle su próximo ataque.



La chica salió apresuradamente de su casa, no quería llegar tarde. El instituto para ella era el peor de los infiernos por el que podía pasar un adolescente. Nadie te hablaba y te trataban como si fueras un ser invisible. Ella pasaba desapercibida. Solo quería acabar, terminar con el sufrimiento de estar acosada por todos y por todo.


En su camino al instituto en el Ferrari rojo de su padre, Carla veía pasar a los marginados de su instituto, los despreciaba, los insultaba. Ella los veía como sirvientes, personas que estaban obligadas a hacer su trabajo sucio. A veces como bufones, los utilizaba para reirse a su costa acompañada de Alicia e Irene. Carla actuaba como si fueran sus mejores amigas, pero solo eran marionetas atrapadas su telaraña, dispuestas a hacer lo que le venga en gana a su ama para ser su favorita.


Sus destinos se cruzaron al llegar al instituto a las 8:10. Julieta, con una mirada sencilla, inocente y dulce se percató de que estaba en el campo de visión de la chica con la mirada llena de odio y maldad, Carla.

- ¡Hola, Julia! ¿Sabes que tengo algo que decirte, no? - Dijo con una falsa sonrisa en los labios, estaba preparando a su presa.

- ¿Qué he hecho ahora? Y me llamo Julieta - Dijo la joven poniendo en blanco sus grandes ojos oscuros.

- Algo muy grave, Julia, ya lo verás - Dijo de espaldas al pasillo e ignorando su comentario. Giró sobre sus talones y caminó hacia la clase.

Julieta estaba asustada, no sabía lo que se iba a encontrar, todo el que se enfrentaba a Carla acababa peor de lo que estaba. No, no quería luchar. La chica se sentía felíz, pero vino el rayo que destruyó su felicidad.
De pronto, oscuridad, alguien le tapó los ojos.

- Si adivinas quien soy, te doy un premio, preciosa. - Dijo su voz dulce y aterciopelada, con un tono burlón que volvía loca a Julieta. Nicolás.

- Lo adivinaré, eres un… - Levantó sus manos y dio un fuerte pellizco en su brazo, librandose de ellos - Un llorica, eso es lo que eres. - Dijo burlona Julieta.

- Me encantas, ¿lo sabes? - Nicolás levantó su rostro con una sonrisa que iluminaba su cara. - Besó a Julieta en la punta de la nariz.

- Lo sé - Dijo ella respondiendo con uno en sus labios.

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