Julieta
tenía el corazón a mil, latía tan rápidamente que creía que se
le iba a salir del pecho. Era una alteración inesperada, una
situación no programada. No esperaba hablar con el chico que
gobernada su propio reino de Morfeo. No, quería parar, quería
gritar, quería huir. Pero no lo hizo, siguió a paso ligero el
camino hacia su casa, un lugar seguro.
Durante
el camino no desvió la mirada del suelo, se sentía perdida, no
sabía encontrar su lugar. Sus pensamientos estaban confusos, no
sabía que pensar, no sabía a quien pretenecía su corazón.
Lágrimas de impotencia se escondían en sus ojos, luchando por salir
al exterior. Había estado delante del momento soñado durante años
y no había sido capaz de reaccionar. No. No estaba echa de esa
pasta, no era de ese tipo de chicas.
Ella
era alegre, era simpática, era primaveral. Pero estaba en su
interior, nadie lo veía, o eso era lo que ella creía.
Pero
no estaba en lo cierto.
Giró
la llave y la cerradura cedió. Entró en su casa cerrando la puerta
tras ella. Se derrumbó, calló al suelo, no podía sostenerse, su
mente era un caos, sus piernas fallaron y calló. Colocó sus piernas
dobladas cerca del pecho y sus manos en la cara. No, no quería
llorar. Ella era más fuerte. Julieta quería serlo. Y lo consiguió.
Hizo
de tripas corazón y se levantó. Era fuerte. Cerró muy fuerte los
ojos, como cuando quieres despertar de una pesadilla, un mal sueño.
Ella quería despertar de su vida, mejor, de ese momento de su vida.
Miró de soslayo hacia la mesilla de la entrada y había una nota al
lado del bol de las llaves.
Hola,
cariño:
Papá
y yo vamos a estar fuera unos días, la abuela nos necesita, la han
ingresado, le ha dado un ataque muy fuerte de cervicales, pero está
bien, tranquila. He ido para ayudarla y preparle la comida que
necesite, pero claro, tu también necesitas comida...
He
preparado comida y la tienes guardada en la nevera, solo la tienes
que calentar, si quieres puedes pedir una pizza, te he dejado dinero
en el tercer cajón del mueble de tu habitación.
Estaremos
ahí pronto, te llamaré esta noche, Besos.
-Mamá-
''Genial.
Sola unos días, puedo llorar sin que nadie me pregunte por qué y
podré salir sin que nadie me pregunte con quien''- Pensó- mucho
mejor.''
Julieta
adoraba estar sola. El silencio, ser independiente, tener libertad,
era una de las muchas cosas que le gustaban. Sus tripas rugían de
hambre, así que decidió calentarse un plato de los cinco que había
perfectamente colocados y envueltos en la nevera.
Cuando
sació su hambre decidió arreglarse, era temprano, sí, pero estaba
tan nerviosa que no le importó que faltaran todavía dos horas. Se
dió una ducha larga y caliente. El vapor de agua recorria todo el
baño. Sentía que se ahogaba dentro de la ducha, así que salió
rápidamente y comenzó a secarse el pelo. Se miró al espejo, esa
joven que se reflejaba, no era ella, esa chica con la larga melena
morena y esos ojos castaños, no, no era ella, pero se esfrozaba por
serlo.
Abrió
la puerta del baño y una bocanada de aire frio entro a esta. Caminó
hasta su habitación y comenzó a escoger el conjunto para pasar una
tarde con el chico que seguía en sus pensamientos desde esa mañana.
Era primavera y por la tarde hacía un poco de frio, así que optó
por unos pantalones vaqueros claros y una camiseta de manga por el
codo de rayas rojas, típicas camisetas francesas. Cogió sus
deportivas, su carpeta y cartera y un poco de dinero.
Bajó
las escaleras a toda prisa, estaba muy nerviosa, no sabía si podría
controlarse. En su interior, un abanico de emociones se plegaba para
dejar al descubierto un desorden emocional muy notable. Abrió la
puerta y salió. Las cinco, tenía una hora justa para llegar al
centro así que se caminó a paso ligero por la acera. A su
alerededor, las flores primaverales de algunos árboles de su barrio,
se abrian a la luz del sol, un poco invernal todavía. Era lunes por
la tarde y no había muchas personas por la calle, razón de más
para darse prisa.
Julieta
miraba los escaparates de las diversas tiendas que se encontraban en
la calle que daba a la plaza principal: tiendas de comestibles, de
regalos, de juguetes, de ropa... desde muy pequeña le gustaba
observar los objetos que se encontraban fuera de los
establecimientos, le gustaba pegarse al cristal y mirarlo todo al
detalle, fijarse en todos los elementos.
Ahora
caminaba con calma, había mas personas por la avenida y se sentía
más segura y con tiempo de sobra. Llegó a la plaza, estaba llena de
chiquillos sin ninguna responsabilidad, los años felices que se
encuentran al principio de nuestra vida, cuando comenzamos a vivir.
Correteaban y jugaban por la plaza, mientras que sus madres los
observaban desde la cafetería de la esquina, tomando café o
charlando con unas amigas. A Julieta le encantaría volver a su
niñez, soñaba con disfrutar con más conocimiento de esos años,
sentir la emoción de descubrir cosas nuevas e insignificantes para
ella ahora, quería tener esa libertad, quería ser niña de nuevo.
Cogió
su móvil y marcó el número. Un toque. Dos toques. Tres toques.
-¿Sí? - Dijo Nicolás, con una voz muy diferente por teléfono.
-¿Nicolás? Estoy en la plaza, ¿puedes bajar?
-Ya voy – Dijo el chico, con una sonrisa radiente een los labios que se podía percibir en su voz.
Julieta
esperaba, mirando vagamente a las personas de la plaza, Nicolás
bajaba por las escaleras, el ascensor era demasiado lento para el.
Julieta no esperaba nada, Nicolás lo esperaba todo.
El
chico llegó al recibidor sin aliento, bajar 5 pisos de escaleras
corriendo no era muy tranquilo. Salió a la puerta y la vió:
-¡Pero qué puntual! - Dijo el chico alzando la voz.
-Pues...sí – Dijo Julieta sin saber la hora que era y asomando una sonrisa tímida bajo sus labios.
-Bueno, ¿te apetece tomar un café antes de empezar a hincar los codos? - Decía Nicolás, mirando con sus grandes ojos azules hacia la chica que le había robado el corazón esa mañana.
-No estaría mal – Dijo la chica, soltandose un poco.
Los
dos caminaron despacio hasta la cafetería de la esquina, sin nada
que decir, sin mirarse a los ojos, con pensamientos distintos, pero
emociones iguales.
Se
aproximaban a la cafetería, juntos, pero a la vez muy separados,
ajenos a la chica que, desde el banco de enfrente, los observaba
detenidamente.
Carla.
¿Carla? ¿Quién es Carla? ¡¡QUIEERO MÁS!!!
ResponderEliminar¿QUIÉN ES CARLAAAAAAAAAAAAAAAA? NICOLÁS FOREVÉH.
ResponderEliminarQue NERVIOOOS! Quiero saber como continuaaa! Y quien es Carla?
ResponderEliminarMe encanta la novela, solo le veo una pega, los ultimos capitulos han sido muy largos. Pero sigue siendo geniaal :)
http://mishistoriasynadamas.blogspot.com.es/
Muchas Gracias, pronto sabrás quien es Carla, dentro de nada subiré otro capítulo :)
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